Post by Fernando Calleja
Hablar de Epi significa hablar de uno de los mejores jugadores españoles de baloncesto de la historia y por qué no, de Europa. Uno de esos pocos hombres de club, ya que el zaragozano jugó 19 temporadas en el F.C. Barcelona, club al que llegó de la mano de su hermano mayor Herminio después de haber quedado fuera del equipo escolar en categoría infantil años antes. En Barcelona se convirtió en un excelso tirador y en un anotador insaciable, acumulando récords por su producción anotadora a lo largo de su carrera. El Barcelona de Epi era un equipo espectacular que dominó en España y al que solamente la Jugoplastika de Split privó de ser un equipo de leyenda. De no haber coincidido con la explosión de la máquina amarilla de Kukoc y Radja más de una Copa de Europa habría caído al lado azulgrana.
Con la camiseta de España tampoco faltaron éxitos en la carrera de Epi. En los Juegos Olímpicos de Los Angeles en 1984 formó parte del equipo que consiguió una meritoria medalla de plata, cayendo en la final ante unos Estados Unidos comandados por Michael Jordan, Patrick Ewing y Chris Mullin. Hasta el siglo XXI en el que hemos disfrutado de una época mágica, este había sido el mayor logro del baloncesto español.
Si pensamos en Epi, no lo imaginamos calzando algo que no sea adidas. Desde los modelos de los 80 hasta los 90, época en la que lo vimos con algún modelo de la saga adidas Streetball en los pies. Pero si hay algo que nos recuerda a este jugador es que tuvo su propio modelo de zapatillas con adidas, algo que parecía impensable para un jugador español y menos con una firma extranjera. La adidas Epi tuvo varias versiones y un denominador común: un “signature model”, porque una de sus señas de identidad era la firma de Epi en los laterales. Años después, incluso se ha llegado a reeditar alguna de ellas.
El reconocimiento también le llegó fuera de las pistas y es que es un tipo cercano, educado, noble… Es decir, un ejemplo de lo que debe ser un deportista. Quizá por eso tuvo el honor de ser el último relevista de la antorcha olímpica en Barcelona’92 y por eso su número 15 cuelga del techo del Palau Blaugrana y nadie más volverá a lucirlo. En definitiva: SúperEpi.